El lago Titicaca
Hace mucho tiempo, el lago Titicaca era un valle
fértil poblado de hombres que vivían felices y tranquilos.
Nada les faltaba; la tierra era rica y les procuraba todo lo que necesitaban.
Sobre esta tierra no se conocía ni la muerte, ni el odio, ni la ambición. Los
Apus, los dioses de las montañas, protegían a los seres humanos.
No les prohibieron más que una sola cosa: nadie debía subir a la cima de las
montañas donde ardía el Fuego Sagrado.
Él se ingenió para dividir a los hombres sembrando la discordia.
Entonces un buen día, al alba, los hombres comenzaron a escalar la cima de las
montañas, pero a medio camino fueron sorprendidos por los Apus.
Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron
exterminarlos. Miles de pumas salieron de las cavernas y se devoraron a los
hombres que suplicaban al diablo por ayuda. Pero éste permanecía insensible a
sus súplicas.
Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas eran tan
abundantes que en cuarenta días inundaron el valle.
Un hombre y una mujer solamente llegaron a salvarse sobre una barca de junco.
Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían a sus ojos: bajo
el cielo azul y puro, estaban en medio de un lago inmenso. En medio de esas
aguas flotaban los pumas que estaban ahogados y transformados en estatuas de
piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario